La importancia del enfoque (1)

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Este 15 de mayo celebraré 29 años como editor de revistas de tecnologías de la información de distribución masiva en un diario. La revista Cursor se entregaba los miércoles con el diario La República desde el 15 de mayo de 1990 hasta octubre de 1992.

Durante este tiempo he tenido la oportunidad de trabajar con extraordinarios periodistas, innovadores y creativos diseñadores, y decididos ejecutivos de ventas que ingresaron al negocio de la venta de publicidad cuando todo en la tecnología sonaba raro.

Antes de asumir el liderazgo editorial de Cursor, anduve un tiempo en el periodismo de investigación y política en el diario La República. Estuve poco tiempo en ese tipo de periodismo, pero lo viví intensamente en las coberturas de las huelgas, investigación de casos de corrupción y la lucha contra el terrorismo.

Esta breve introducción sobre mi tiempo en el periodismo es para comentarles sobre la actitud y la convicción de seguir nuestros sueños, en mi caso, el camino que todavía nadie había recorrido y que parecía incierto: ser editor de revistas de tecnologías de la información.

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Estudié periodismo porque creía que podía aportar en el cambio y desarrollo del país. También porque el periodismo es primo hermano de la literatura, aunque algunos opinen que, en realidad, son primos lejanos y que nada común los une. También quise estudiar derecho porque ya había planificado que a partir de los 40 años entraría a la política activa.

Mi sueño de dedicarme al periodismo y al arte fue tomando cuerpo cuando en 1984 ingresé a la facultad de periodismo de la USMP. Yo terminé el colegio en 1983 en el colegio Pedro Gálvez Egúsquiza, de Pueblo Libre, que antes había sido un anexo del colegio Nuestra Señora de Guadalupe. Cuando en 1985 ingresé a la Escuela de Teatro de la PUCP sentí que mi ruta estaba cada vez más definida.

Desde la secundaría venía escribiendo poesía de manera compulsiva, sin mostrar mis versos a nadie. A la primera persona que mostré mis textos fue a la poeta Sonia Luz Carrillo cuando fue mi profesora en el primer ciclo de la universidad. Luego al gran Pablo Guevara y después ya tuve más confianza y se los llevé a otros poetas que amablemente le dedicaron tiempo a los papeles que les entregaba.

Estudiar periodismo no fue para mí una pasión, era monótona, aburrida. Aunque a veces brillaba alguna luz en la penumbra, pero no era a lo que yo quería dedicarme en esos años. Es decir, no quería estudiar periodismo, y me enfoqué en escribir y leer poesía, por lo tanto, dejé de asistir a clases en la USMP. Vivía en Barranco y me quedaba en mi cuarto a escribir y vivir de la poesía desde las 8 hasta las 12:30h, luego a almorzar, ver algo de TV (en esos tiempos alguna telenovela) o caminar. Luego a las 15 h volvía a seguir escribiendo.

En 1987 regresé al colegio Pedro Gálvez Egúsquiza, esta vez como profesor y fue un año espectacular para mí, pero enardeció a la directora y demás profesores mi forma de mostrarles a los jóvenes la importancia de la libertad, la creatividad y la vocación por la lectura.

La única vez que he tenido estabilidad laboral ha sido en Media Comm, donde estoy desde junio de 2005, año en que fue fundada. Me botaron de la Escuela de Teatro de la PUCP, me sacaron a patadas (y yo pateé puertas y todo lo que encontré) del ICPNA donde formé parte de las actividades estudiantiles y llegué a ser coordinador junto a mi compadre Eduardo de la Fuente y mi actual esposa Lucía Corrales.

Al diario La República ingresé en junio de 1988 y así empezaba mi carrera como periodista. Luego me fui de ese diario y regresé 4 veces más, en distintas épocas. Igual fue con Expreso bajo la dirección de Manuel D’Ornellas. A Expreso regresé en 3 oportunidades. Siempre optaba por retirarme (o me pedían que me vaya) por desacuerdos como en la época en que el fujimorismo se apropió de Expreso.

(Continuará)

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