Un año trabajando y sin cobrar

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En 1987 trabajé como profesor en el Colegio Pedro Gálvez Egúsquiza y fue mi primer trabajo con horario y responsabilidades definidas. Andaba rumbo a mis 22 años y el gobierno de Alan García estaba destruyendo el país con la estupidez que siempre le caracterizó y preparaba el escenario para que Fujimori realice sus tropelías a partir de julio de 1990.

En esos años vivía en Barranco y todos los días emprendía la ruta de ir hasta Pueblo Libre donde estaba el colegio Pedro Gálvez Egúsquiza. El entorno de los profesores era mediocre. Al momento del café, a la hora del recreo, los profesores destilaban su desgano, pésima actitud ante los jóvenes, y sus desgastadas ganas que los impulsó a dedicarse al magisterio.

En “no alcanza el dinero” sería la frase exacta para resumir las conversaciones diarias. Eran sobrevivientes. Y, claro, casi todos eran personas con familia y necesitaban dinero para sacar adelante su hogar en un país que no tenía posibilidades, a pesar de lo que sostenía el sujeto que en ese tiempo gobernaba el Perú.

Yo, que me encaminaba a mis 22 años, tenía una perspectiva diferente, pues, creía en la energía transformadora de los jóvenes y me enfoqué en potenciarles, en hablarles de otras cosas diferentes a lo que el aburrido sistema educativo exigía. Así es que les pregunté qué querían hacer, qué carrera técnica o profesional estudiar, cuáles eran sus gustos. De esa manera, me involucré con ellos y pude saber que querían ser locutores, estudiar en el Senati, ser policías, médicos, etc.

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Al saber qué pensaban sobre el país y cuáles eran sus perspectivas, pude entregarles material sobre determinados temas. Por ejemplo, a algunos jóvenes que les interesaba el mundo de la radio los llevé a visitar emisoras y los presenté con locutores conocidos de ese momento. El impacto fue importante. Uno de mis alumnos se involucró tanto que llegó a trabajar en algunas emisoras y ocupó un alto cargo en una famosa disquera, ya desaparecida.

Todo iba bien, mi emoción y actitud ante las cosas no me hacían notar (y darle importancia) al hecho de que yo era el único que no recibía su pago mensual. De vez en cuando, me acercaba a la dirección del colegio para preguntar y me decían que todavía nada, que no entendían qué pasaba, etc. Y, yo seguía con lo mío, pues, de alguna manera, siempre tenía novedades de Iquitos que vendía. Y dejaba pasar.

Así pasó el año 1987, sin cobrar un inti por mi trabajo como profesor de colegio. Hasta que llegó diciembre y viajé a Iquitos para pasar Navidad y Año Nuevo y allí recibí el mensaje de que podía acercarme al Banco de la Nación para cobrar mi sueldo. Lo hice el 27 de diciembre y tuve que llevar una bolsa de papel para llevarme el dinero.

Comento esta experiencia porque mi actitud de no exigir el pago justo durante ese año como profesor, me acompañó en gran parte de los lugares donde trabajé. Siempre haciendo e innovando, pero sin darle la importancia debida a cobrar lo justo y a tiempo. Me costó años aprender a cobrar.

(Continuará)

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