Profesor de colegio nacional

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Hasta 1985, es decir, hasta mis 21 años había logrado ganar dinero haciendo diferentes cosas, por ejemplo, vendiendo libros, artesanías y novedades que solo se encontraban en Iquitos, y que muchos querían y me pedían que les consiguiera. El dinero que generaba por estas actividades me alcanzaba para cumplir con ciertos compromisos, como pagar la pensión donde vivía, mis pasajes en el bus, las entradas para el cine y teatro, los libros que compraba semanalmente, y para ir a ver los tripletes de fútbol en el estadio Nacional.

En enero de 1986, me ofrecieron ser coordinador de las actividades estudiantiles del ICPNA junto a Lucía Corrales y Eduardo de la Fuente y teníamos la misión, por sobre todas las cosas, de sacar adelante el talent show con los estudiantes de inglés del instituto. En esos años, el ICPNA tenía una población estudiantil de más de 10 000 alumnos y el talento estaba a disposición.

Por el cargo de coordinador empecé a recibir un pago mensual, al que yo realmente no le daba mayor importancia, pues, a pesar de que necesitaba dinero, era más grande mi emoción de estar en lo que yo quería: en el mundo de la actuación. En ese cargo no llegué a cumplir el año, porque causé tal revuelo con un engreimiento mío, que me dieron un olímpico puntapié que me fui del ICPNA.

Nuevamente volví al oficio de las ventas de novedades de la amazonía peruana: hamacas y bolsos de chambira, tinajas, perfumes, colonias, tela importada, etc., pues, además de estar estudiando periodismo en la USMP, estudiaba cine en el histórico taller de Armando Robles Godoy. Y, como verás, mi querido lector, dinero me hacía falta, para poder cubrir mis actividades.

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En el verano de 1987, mi exprofesor de historia del colegio Pedro Gálvez Egúsquiza (Pueblo Libre) donde yo terminé la secundaria en 1983, me llamó para invitarme a reemplazarlo porque él se iba como asesor de un ministerio del gobierno de Alan García. Acepté y durante ese maravilloso año me la pasé incendiando la pradera y conectando con los adolescentes (en setiembre de ese año cumplí 22) que al siguiente año me prohibieron la entrada. El colegio había sido tomado por apristas y hasta los guardaespaldas de Meche Cabanillas tenían algún cargo en el colegio. Yo, por supuesto, me pasé el año combatiéndoles y desnudando su mediocridad.

El detalle es que 1987 pasó tan rápido sin que yo no me diera cuenta de que no me pagaban debido al caos en la administración pública. La dirección del colegio decía que al siguiente mes saldría mi pago, pero nada. Luego me olvidé preguntar y seguí aprovechando la maravilla de estar cerca de los adolescentes que tenían mucho por enseñarme.

No me pagaban porque no sabía hacer respetar mis derechos en cuestión de dinero. Del pago por un trabajo. Aunque realmente era un extraordinario vendedor y cobrador de las artesanías y cosas importadas que me enviaban de Iquitos, pero bajo una estructura organizacional, en este caso, el colegio, yo solo hacía cosas y con eso sentía que mi vida estaba brillando, que eso era suficiente.
(continuará)

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