No es un secreto que la tecnología se convirtió en un aspecto central de la existencia humana, ya sea siendo una fuente de innovación para las industrias o mejorando las capacidades que cada persona tiene en sus tareas cotidianas. En medio de una rápida evolución de la nube y una mayor adopción de teléfonos inteligentes, las sociedades de todo el mundo han entrado en una era en la que la confluencia de software y hardware guía el camino de cómo opera la humanidad.
Además, importantes cambios sociales como la rápida evolución del trabajo remoto e híbrido, la digitalización y automatización del trabajo físico en fábricas, tiendas minoristas, atención médica, así como las crecientes preocupaciones de privacidad y las regulaciones gubernamentales correspondientes, requieren que los datos se procesen y mantengan cerca de donde son creados.
Estos cambios requerirán la necesidad de que se implementen grandes cantidades de infraestructura informática en el borde y que las plataformas de IA den sentido a estas grandes cantidades de datos que se producen e impulsen la automatización inteligente. También, es importante migrar los clústeres centralizados de computación y almacenes de datos a una arquitectura de computación y redes más distribuida. Este modelo de infraestructura de nube al borde combina una escala y capacidad inigualables, donde los tiempos de respuesta son más rápidos. En Intel, vemos este modelo como un superpoder tecnológico que dará forma a la transformación digital en todas las actividades económicas, educativas, políticas, de transporte, de salud, entre otros.
Entremos a un caso concreto: la industria automovilística, que actualmente está experimentando una profunda y visible transformación a medida que los vehículos se vuelven más inteligentes, más eficientes y seguros. Para fines de la década, esperamos que el contenido de semiconductores en vehículos premium se quintuplique, con ingresos de silicio automotriz que casi se dupliquen a US$ 115,000 millones.
Esta fuerza de la digitalización está impulsando disrupción y cambio radical que está impactando en todas las industrias. Aplicaciones como gráficos y juegos, redes y procesamiento de datos, necesitarán un mayor rendimiento, una mejor eficiencia y un menor consumo. De hecho, vemos un futuro en donde podamos proporcionar un petaflop de potencia de cómputo y un petabyte de datos dentro de un milisegundo a cada ser humano en el planeta.
Esta demanda de poder computacional necesitará de una infraestructura de mayor capacidad para la fabricación de chips y una cadena de suministro más diversificada, segura y geográficamente equilibrada, que incentive mejoras en la reducción de riesgo de fallas. En este contexto, la Ley de Moore, postulada hace más de 50 años, sigue vigente y es el fundamento para la innovación de un mercado que se espera que crezca a US$ 650,000 millones este año. Por ello, estamos frente al inicio de lo que creemos será una “nueva era de oro de los semiconductores”, en el centro de una industria interconectada.