El gran drama del ser humano es el modelo educativo castrante que es cada vez más competitivo, estresante y limitante. Los niños dejan de ser niños cuando dejan de jugar y se convierten en máquinas de conseguir notas y aplausos para sus padres. La competitividad es la justificación que usa el sistema educativo para que los niños sean encerrados en escuelas; de esa manera asegura su futuro. Y tristemente el sistema está matando el futuro del niño.
La competitividad no nos está permitiendo ver lo maravilloso de los niños. Nos estamos perdiendo esa etapa en el que se define la personalidad del ser humano. Mientras los adultos estamos generando dinero para asegurar el estudio, los alimentos, la casa y el futuro, es posible que estemos perdiendo los altos niveles de solidaridad, compasión, equilibrio y vocación de servicio del futuro científico, ingeniero, economista, médico, etc.
Este modelo, con sus distintas variantes, nos ha puesto donde hoy estamos. Si no aceptas que el modelo necesita ser cuestionado y debatido, es porque crees que, entre otras cosas, que la acumulación de riqueza y también de títulos profesionales es un gran motivo para seguir con el mismo sistema. Y seguir con lo mismo es ponerse a esperar una pandemia o una tragedia mayor para volver a decir que necesitamos hacer algo diferente. Las oportunidades son para aprovecharlas.
El juego del niño tiene que ser fundamental en un modelo educativo centrado en la libertad del ser humano. Un niño que disfrute de su hogar, de su infancia junto a otros niños con el que juegue y aprenda, en el que reciba premio y compañía por las cosas que hace, sobre todo, por aquellas cosas diferentes que se atreve a hacer.
No estamos usando nuestra creatividad para jugar y crear con ellos. Nuestra energía se va en el trabajo y cuando queremos hacer algo divertido no logramos conectar con la energía que los niños tienen. Lo repetitivo aburre y mucho más a los pequeños. Con ellos funciona el asombro, la sencillez y lo extraordinario, es decir, aquello que los saca de lo ordinario. Siempre estarán dispuestos a hacer una locura y para ello no es necesario una laptop, tableta o celular. La creatividad con ellos funciona desde una chapa de bebida gaseosa, pedazos de madera con distintas formas, docenas de hojas en el piso junto a plumones de colores, una lata como batería musical, etc.
Por si acaso, no solo se trata del juego, sino de un ambiente que lo proteja, le haga sentir seguro y amado, donde el niño se sienta confiado, independientemente, de quien esté a cargo de su cuidado. La sociedad necesita volver su mirada hacia la infancia para proteger y fortalecer la formación del ser humano. Si nos enfocamos en los niños y les fortalecemos con las poderosas herramientas del amor, la compasión, la creatividad, el juego, la igualdad, la armonía con la naturaleza, y les enseñamos a meditar, a administrar su tiempo, a ser solidarios y disciplinados, nos estaremos encaminando a un mundo donde será más fácil entenderse. Un mundo menos estresado y solitario como en el que ahora vivimos, a pesar de los más de siete mil millones de habitantes que hoy caminan sobre la tierra.
La generación de riqueza y vivir en abundancia podría ser diferente si es que fortalecemos nuestra atención y amor en los niños. La competitividad podría ser más compasiva y creativa.
Muy bueno el artículo, Gracias por está alerta digital.