La política y las redes sociales

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En estos días de campaña política y gracias a las redes sociales la información (las falsas, interesadas y verdaderas) viajan con una velocidad alucinante. Los debates ya no se generan en los barrios, centros de trabajo, la mesa familiar o la cantina. El intercambio de ideas, insultos y pérdida de amistades está en Facebook y Twitter. Lo importante es que después del diez de abril las cosas vuelven a su cauce normal y los contrincantes se vuelvan a abrazar y brindar con pisco o cerveza.

Hoy quiero compartir con ustedes algunos post míos en Facebook durante la última semana.

En busca de Beatriz Merino

Beatriz, Beatriz …¿alguien ha visto a Beatriz, a la mujer que en un tiempo no muy lejano creíamos que representaba la coherencia, a la mujer estudiosa, demócrata y luchadora?

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¿Acaso sus ojos han sido vendados por los billetes de Acuña, para que siga como presidenta ejecutiva de la UCV?

Acepto la incoherencia y desfachatez de Anel, Iberico, Marisol Espinoza, Lay, y demás asalariados de Acuña. Pero, ¿tu, Beatriz?

Lo que le pasa a César Villanueva es de antología. Nadine lo sacó de su puesto de gobernador de la región San Martín, donde cumplía una gestión destacable y que se mencionaba como modelo, para llevarlo como premier y luego botarlo -previo roche y desautorizaciones – antes de cumplir los dos meses en el cargo.

Y ahora el ‘cándido’ César se siente perdido y no sabe qué hacer en el redil de Acuña.

Pero ni César, Anel, Iberico, Lay, Andrade y Espinoza importan hoy un carajo. Tú, Beatriz, eres la que podría dar un salto -salto es un decir, no lo tomes literal – y retirarte de ese entorno y volver a caminar aunque ya no te saludaremos como antes.

(Este post fue antes de que el Pastoy Lay Sun (y no Lay Fun como el perro policía, con el que le confundió el JEE)

Manos negras

Keiko y su papi mostrando las manos manchadas, sin pudor, cachacientos y orgullosos de los millones de dólares saqueados al país, de la compra de congresistas, de la droga encontrada en el avión presidencial, de los asesinatos de La Cantuta, de los crímenes de Barrios Altos, las esterilizaciones forzadas, venta de Entel Perú y la Compañía Peruana de Teléfonos cuyo dinero nunca explicaron dónde fue depositado.

Ahí está Keiko, la hija que prefirió el poder y los dólares antes que defender a su madre cuando fue torturada en el SIN.

Ahí está la que va adelante en las encuestas, mostrando -porque nada es casual – las huellas de los múltiples delitos cometidos en la dictadura de su padre.

Ahí está Keiko, el iceberg que nos desnuda como sociedad al tener el 30% de las preferencias en estas elecciones. Ella sabe, porque es una deducción del tío Vladi y Luza, que hay personas que les importa un pepino los asesinatos, robos y coimas, mientras haga obras.

Alfredo sabe y por tanto se puede debatir con él

Se puede discrepar con Barnechea porque tiene propuestas, ideas y conoce el Perú. La discrepancia y exposición de ideas es parte de un proceso electoral, en el que dependiendo de la educación y capacidad de procesar información de los electores, saldrá elegido el Presidente.

Está claro que muchas veces se elige por moda y gustos, sin importar las propuestas y los datos del candidato. Con el candidato que no tiene ideas y solo genera adhesiones por su carisma y bien estructurada campaña, es difícil debatir, pues no hay propuestas ni ideas nuevas.

Un partido sin reglas

La improvisación y la informalidad en el fútbol peruano impiden su desarrollo. El partido entre Alianza Lima y la César Vallejo está suspendido porque la malla del arco está rota.

Algunos dirán: «pero, no seamos tan pegados a la regla, que se juegue nomás. ¿Qué es más importante, el partido y la diversión del público o las reglas?

Un partido de fútbol sin árbitro y sin reglas, se convierte en un caos. Hasta los partidos de fulbito de un barrio se juegan bajo ciertas reglas.

Todo juego necesita sus reglas y penalidades, así, cuando ‘Pepe el Vivo’ se pase, impunemente, la luz roja, reciba su merecido castigo. Igual que cuando se meta en la cola sin importarle el orden de llegada.

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