Durante esta pandemia del Covid-19, lo más importante en el mundo es la protección de cada miembro de un hogar. Individualmente, a cada persona nos toca ser responsable en extremo para no ser víctima del virus; asimismo, estar alineado con las medidas que recomienda la OMS (Organismo Mundial de la Salud) y que han sido adoptadas por la gran mayoría de los países.
A los que nos toca quedarnos en casa y desde ahí ser parte de la lucha contra el Covid-19, también nos corresponde ser empáticos y agradecidos con aquellos que están en el frente de batalla: todos los que trabajan en el sector salud, policías, fuerzas armadas y autoridades del gobierno central, regionales, y municipales. Ellos son los que están enfrentando al enemigo con la endeble infraestructura de un país que aún no sabe administrar su riqueza; por ello es que vemos a miserables que roban y se aprovechan de estas circunstancias. La justicia se encargará de ponerlos en el lugar que se merecen.
Más que un aplauso o un reconocimiento público, los agricultores necesitan una mirada disruptiva para cambiar el paradigma que en muchas sociedades se tiene de ellos. El cambio y la evolución de nuestra conciencia necesita tener como pilar la valoración de la agricultura y su poderosa relación con la tierra y el efecto de los estropicios que venimos causando. Estamos en un proceso de pandemia y los mercados, supermercados y bodegas siguen atendiendo, porque el campo envía generosamente sus frutos.
Aquí me detengo para solidarizarme con los hombres y mujeres que ya no tienen cómo conseguir alimentos o un lugar donde vivir, y que se han visto obligados a emprender un forzado y angustiante retorno hacia sus regiones.
Este es un proceso que nos está ofreciendo una extraordinaria y singular oportunidad, para alinear nuestra vibración con las leyes del universo, es decir, la vida, la espiritualidad y el equilibrio con la naturaleza. Va más allá de templos y religiones; al contrario, es precisamente un salto de la humanidad para vivir con leyes tan simples y que tienen como base el respeto, la compasión, el servicio, la armonía, la libertad, el arte, la solidaridad, la paz con justicia e igualdad.
Suena a utopía, pero es mejor entrenarnos en practicar las reglas de esta utopía que desaparecer ante otra pandemia que será tal vez más letal e incurable. Recuerda que hay países que tienen gobernantes desequilibrados y mesiánicos que invierten en generar armas que pueden desaparecer ciudades enteras.
Empecemos con la revolución del ser humano dentro de cada hogar, en los colegios, universidades, centros de trabajo, y en cada lugar donde los hombres y mujeres se reúnan. Seamos fuente (ejemplo) para los niños y niñas con nuestras acciones, trascendiendo la palabra que no dice nada si no se enseña con la práctica.
Sigamos adelante. Primero, protegiendo a cada miembro del hogar, a cada integrante de la organización; luego, diseñemos y pongamos en acción las estrategias para enfrentar este proceso con creatividad y trabajo. Así como las formas de ver el mundo quedarán en el pasado, así también están muriendo algunos modelos de negocios para dar paso a los que están emergiendo en estos días. No te detengas a mirar hacia atrás, observa las oportunidades que hay en el universo y estoy seguro de que lo primero que verás es que estás vivo, que estás con los tuyos y que cualquier cosa que pase, lo más importante es estar vivo después de la tormenta.
¡Un extraordinario y emocionado abrazo amazónico, mis queridos amigos!