Algunos grupos sociales o sectores económicos celebran y disfrutan de los usos y costumbres, de la forma cómo viven su día a día, de la manera en que se relacionan, cómo hacen negocios, lo registran en videos, hacen sus películas, escriben libros… y son felices.
Hay de los que varían con el tiempo. Lo que en su juventud defendían con ardor y estaban dispuestos a entregar la vida, a los 40 les causa hilaridad, a los 50 les parece estúpido, a los 60 como no ha servido en lo que han creído todo el tiempo, se olvidan de sus andanzas y se echan a los brazos de cualquier propuesta.
Lo común en todos estos grupos sociales es la energía patriótica con que defienden su posición. Están clarísimos que la forma en que viven es la mejor o que no existe otra manera.
Escena 1
– Oye, huevas, si no le chanco la mano, perderé el negocio. Prefiero pagar un porcentaje al que lo aprueba y así el business me lo llevo yo.
El 10% de “coimisión” es el uso y costumbre más gansteril en la empresa privada y las del Estado. Es parte de la negociación. Se pide sin asco y rubor. Aunque después el funcionario dicte una clase magistral sobre honestidad en una graduación de maestría, y que la visión en la empresa privada sea crear una nueva sociedad, con valores y principios.
Escena 2
– Ese cliente es grande. Hará compras muy fuertes. Déjalo. A partir de ahora, la gerencia se encargará de verlo.
El área comercial de ventas es fundamental en la organización y es, precisamente, a los ejecutivos de ventas a los que más se maltrata y estresa en las organizaciones. En los últimos años he venido escuchando a personal de ventas la forma cómo se aprovechan de su trabajo. Les quitan los grandes clientes o el cliente que comienza a realizar grandes compras. Les cambias las reglas de juego una vez que han ingresado a trabajar con una propuesta diferente. Y donde sufren más maltratos es en la estructura de cantidad de ventas que realizan. Es decir, si no llegan a 12 productos, no les pagan comisión. Y no contentos con eso, cada fin de mes, aparece cada descuento o “equivocación” en la boleta de pago que al ejecutivo de ventas le hace pensar que lanzarse a la piscina desde un quinto piso es una gran solución.
Escena 3
– ¡Me han robado esos desgraciados!
– Señorita, ¿qué le han robado, dónde y cómo?
– Me han robado mi vida, mi mano…!!! mi celular!!!
La criminalidad crece de manera alarmante y el Gobierno está tan pasivo, como cediéndole permiso para ver hasta dónde llega. Si el Gobierno de turno no hace nada, la sociedad necesita tomar sus precauciones, organizarse y estar alerta. Menos queja y más acción. Cuando veo a jóvenes o adultos leyendo y escribiendo en su celular mientras caminan –sonrientes y enamoradizos– cual inocentes criaturas caminando en el paraíso, leo en sus rostros que están gritando:
¡Por favor, róbenme!
Y los he visto caminar cándidamente sin fijarse la hora, el lugar, al lado de quién están o quién viene por delante o por detrás. Cruzan las avenidas chateando, bajan del taxi chateando y cuando les roban o atropellan, lloran, maldicen y se quejan de las autoridades. Abren su Facebook y escriben estupidizados:
– Amigos, por favor, pásenme por inbox sus números porque unos hdp me han robado mi celular. Menos mal que estoy bien.
– ¿Cómo te robaron, amigüis?
– Estaba caminando mientras wasapeaba con el Toño y sin darme cuenta había caminado hasta Los Barracones y unos chiquillos…