La ilusión y desilusión del fútbol

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La selección peruana de fútbol jugará un partido clave este martes frente a Ecuador. El objetivo es ganar, traer los tres puntos y entrar al grupo de los que disputarán el cuarto o quinto lugar de esta clasificatoria para el Mundial de Rusia 2018.

Los peruanos que disfrutamos del fútbol y también aquellos que se unen al coro en el día del partido, queremos que Perú gane esos tres puntos, que se olvide de las estadísticas que indican que a Ecuador no le ganamos de visitante hace mucho tiempo. 

Todo es posible. Si ganamos o perdemos no nos define como empresarios o estudiosos, nos pone, simplemente, en el punto más alto de la algarabía cuando metemos goles. Si nos meten, nos dispara hacia el lugar favorito de recordarle la vida entera a los futbolistas, al entrenador, al árbitro y al dirigente.

Todos se vuelven entrenadores. Y si están en el estadio, le indican al “despistado” entrenador “que no sabe nada de fútbol” para que saque o ponga a tal jugador. ¡Saca a ese cojinova! le gritan.

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Las ilusiones son maravillosas porque mientras están en la mente nos hacen vivir y disfrutar. La ilusión se revienta con la realidad cuando no se obtiene el resultado que queríamos. Ahí aparece muy jodida y con ganas de generar lluvia y sombra, la gran amiga de los débiles, de los que crean ídolos y viven con paradigmas. Me refiero a la desilusión.

Y el desilusionado es una bomba de tiempo. Porque es capaz de meterse a lo más profundo de la oscuridad, quedarse pétreo y maldecir hasta cuando le ofrecen la oportunidad de su vida. Tiene tendencia de querer acabar con todo aquel que se cruce en su camino.

Hay de los que dicen que ya no creen más. “Yo no me vuelvo a enamorar” “No creo en los hombres. Todos son iguales. Perros”. “Perú nunca más irá a un mundial” “Ese jugador es malo, pero malísimo”. 

Son tremendistas y absolutistas. Dicen las cosas como sentencias, como si ellos tuvieran la última palabra. No se creen iluminados, porque no saben qué es eso, pero, sí asumen que lo que ellos creen es ley.

No quieren salir a la calle, porque “todos son ladrones, todos son estúpidos”.

Y en tiempos de redes sociales prefieren compartir su desdicha en su muro y decirle a la que le está jodiendo: “Qué pena me da tu vida, so cojuda, porque no eres feliz y andas mirando mi muro”. Entonces, sus contactos le preguntarán: ¿Qué pasa, amix? Otra le dirá, no les hagas caso, ignóralas, etc.

Esto y muchas cosas más provoca el fútbol. Ilusiona y desilusiona. También vuelve indiferentes a muchos que antes se comían las uñas frente al televisor, para luego maldecir al ver que en el minuto final nos empataban o ganaban.

Sin embargo, no es para tanto. No pasa nada. El fútbol es maravilloso y cada vez se ha ido profesionalizando, necesitando de atletas disciplinados, profesionales y mentalmente fuertes. Ya se acabó -hace más de 20 o 25 años -el tiempo de los peloteros malabaristas, divertidos, que no corrían, que se parecían más a un Globetrotter sin el estado físico de atleta.

Hoy triunfa el disciplinado, el que tiene objetivos y ve la oportunidad de salir adelante él y toda su familia, hasta, tal vez, dejar dinero para sus bisnietos. Ganan tantos dólares que los futbolistas se han puesto en un lugar de privilegio. Mueven masas y generan ilusiones.

Pero, recuerda, mi querido lector, que nada de eso te define a ti. Tú eres un peruano que quiere construir, que quiere impactar. Y para lograrlo necesitas privilegiar el estudio, la capacitación, la innovación y la investigación.

Tú eres disruptivo. El fútbol es divertido y apasiona, pero que solo lo haga durante los 90 minutos, después enfócate en tus objetivos empresariales y personales.

No te ilusiones con el gol de media cancha, ilusiónate con la nueva solución, la App que estás creando, con abrir nuevos mercados. Con el desarrollo de tu inteligencia.
 

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