Más allá de la emoción y la expectativa de, matemáticamente, tener la opción de clasificar al mundial de Rusia, quiero destacar la declaración al final del partido del futbolista peruano Edison Flores. Ante la pregunta de qué tuvo el equipo peruano para ganarle a Uruguay, Edison respondió que tuvieron asociación y alegría, que en esa combinación estuvo la clave para remontar el partido y jugar como hace mucho tiempo no lo hace un seleccionado de mayores.
Interesante esta mirada y actitud de Edison. Mucho más aún que lo destaque frente a los típicos términos que utilizan los futbolistas para explicar un triunfo o las derrotas. Sin embargo, que esta maravillosa definición venga de él lo hace creíble, que no es verso barato, sino una forma de ver la vida. Explica cómo él viene asumiendo su rol en la vida.
A Edison siempre se le nota la alegría para jugar. Sonríe cuando enfrenta a las cámaras de TV y declara como un niño que quiere seguir jugando, porque aún tiene sonrisas para regalar. Su juego es alegre y no se amilana frente a los defensas que son más grandes que él, porque aparece por delante y se escapa por el costado, mientras la pelota se suspende de un hilo atado a sus chimpunes, para ir delante de él y poder ser teledirigida hacia el área del equipo contrario.
Edison no corre de los jugadores contrarios que van al choque, sintiéndose ganadores debido a su tamaño, pues quedan pagando, con torticolis y dolor de cintura, porque el pequeño gigante sale sonriendo del atropello.
Cuando mira hacia el arco, la pelota empieza a hacer formas extrañas para tratar de ingresar. Hay veces que en posicione inmejorable para tocar la pelota e ingrese al arco, sin ningún escollo al frente, Edison falla, pero no se queda detenido ahí, la alegría de jugar le vuelve a levantar y enrumba hacia el campo contrario.
Edison es alegre y cada vez que hace un gol lo celebra colocando las manos cerca de su oreja, como un elefante bebé que juega con la lluvia, y en ese gesto se está divirtiendo, riendo de él mismo, porque en ese instante los espectadores y narradores dicen que el autor del gol es ¡Orejas Flores!
El disfrute al hacer las cosas es un generador de felicidad y de menos estrés. Las tareas se convierten en diversión responsable y no en un trabajo, no en la obligación de hacerlo bien. De tanta responsabilidad el ser humano se olvida de mirar hacia el cielo, de soñar con el color y el vuelo del picaflor. Todo a su justa medida, cada persona necesita reconocerse para ir equilibrándose. Cuanto más avancen los años, necesitamos ser maestros en el manejo del estrés y convertirnos en estrellas que regalan alegría, amor y compasión. Así generaremos mejores relaciones, tendremos excelente salud e inspiraremos a los más jóvenes y a las personas que nos rodean.
Como todo en la vida, la alegría nos conecta con las metas, con el trabajo, con la familia, y con la persona que amamos. Si no hay alegría, la responsabilidad se vuelve tensión y el interés se reemplaza por la apatía, el tedio. Se empieza a sobrevivir.