¡Preparen a los expositores!

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Son pocas las veces que disfruto de un buen expositor. Con frecuencia me aburro al escucharlos, porque son monótonos y planos. No inspiran ni venden sus productos y soluciones. La mayoría de ellos estructuran sus discursos con frases que no dicen nada y que casi todos suelen repetir.

“Veo rostros conocidos, otros que recién conozco, y a los demás los iré conociendo”. Suelen empezar con este tipo de saludo que al asistente lo confunde y lo distrae. Es decir, se pierde el objetivo de captar la atención desde las primeras palabras. Tal vez, lo único que se les pide al empezar su presentación es el saludo amable y el agradecimiento por la presencia de los asistentes.

Siempre hay miedo y cualquier persona que vaya a hablar frente al público lo siente. El que diga que no siente nada al enfrentarse a un auditorio, simplemente, está mintiendo o es un robot. El miedo (o los nervios) nos indican que estamos sintiendo, que estamos vibrando por lo que vamos a decir. Es una forma de prepararse para la conexión con la audiencia. A todo aquel que no siente nervios antes de una presentación, yo le recomiendo que mejor no se presente. Que ceda su lugar a otro, porque, es casi seguro, que su exposición será plana y aburrida.

No hay forma de presentarse ante un auditorio si es que no se ha preparado la exposición. Más allá de memorizar el discurso, es mejor aprender sobre el tema. Dominarlo en la parte más importante y enfocarse en aquello que se necesita transmitir. El discurso debe ser preparado según el tipo de audiencia y sobre aquello que se quiere transmitir: ya sea técnica, comercial, marketing o de evangelización.

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La alta dirección tiene la responsabilidad de identificar quiénes pueden ser los expositores y cuáles son los temas que dominan, para darles tal encargo. No se puede improvisar, tampoco se puede estar perdiendo tiempo al encargar esa tarea a cualquiera que no tiene la voluntad de entrenarse. En este proceso de selección no hay que fijarse en si es nervioso o desenfadado, sino en la actitud para asumir el entrenamiento.

Pierde tiempo la empresa y la audiencia si es que esta vital tarea se encarga al primero que aparece en la lista, al que nos genera simpatía. Por lo tanto, se pierden las oportunidades de negocios, porque aquello que no se entiende y parece confuso, no se puede vender. Y en las actuales circunstancias el canal no está con la cantaleta de la fidelidad a la marca. El canal es fiel a su negocio, a aquello que le da dinero contante y sonante.

Una vez que se haya identificado a los potenciales expositores es clave entrenarlos. Ponerlos a practicar en el arte de cautivar a la audiencia transmitiéndoles el potencial de trabajar con los productos de la marca. De las bondades de las soluciones y productos.

Sería genial que lleven unas intensivas clases de teatro, danza y canto. El arte escénico les dará tips para saber cómo pararse y caminar en el escenario. Reconocer el valor que tiene un escenario y el poder de todo aquél que se para frente a un auditorio. 

El candidato a expositor necesita aprender a manejar su respiración y, por supuesto, a entrenar su voz. También se necesita que ponga en acción su creatividad, que pierda el miedo al ridículo, que se entrene en realizar apuntes, en perfeccionar su PowerPoint, y en convertirse en experto en el tema que se le encargue.

El candidato a expositor es una persona apasionada por la lectura. Por ahí se empieza.

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