El éxito es siempre efímero. Es más, hay personas que confunden el éxito con la felicidad y creen que están gozando de una extraordinaria temporada, cuando en realidad la ilusión de que “todo está bien” los está tragando y desapareciendo como un agujero negro se engulle un planeta.
Y cuando te sientas engullido y atrapado como en un callejón sin salida, no pretendas escapar saltando la pared. En estos casos, no es como huir del enemigo en combate. Este proceso es distinto. Sucede en diferentes etapas de la vida para que el hombre pueda reaccionar y empezar a rediseñarse. En realidad, si supieras que estás yéndote profundo, en caída libre, no pretenderías asirte en lo que vas encontrando, pues, te harás daño, innecesariamente. Observa y permítete caer, nada va a pasar, solo que llegarás hasta el fondo para volver a ascender con más sabiduría.
En este proceso podrías perder lo que más te ha costado conseguir, y tal vez te alejes para siempre de aquellos que nunca pensaste dejar de ver, hasta podrías dejar de ser el doctor, el ingeniero o propietario de la gran empresa, solo porque has visto que tienes otros objetivos (una misión) y que tu conciencia te está llevando por otros caminos que nunca habías transitado.
La vida no es un camino prediseñado, el destino no es una meta. La vida es un proceso a corazón abierto. Solo los que están dispuestos a sentir estarán en la capacidad de crecer y trascender como ser humano. Más allá de ser un profesional o propietario exitoso de un negocio, la misión del hombre es impactar positivamente en los demás y en la naturaleza.
Si piensas que tus actos solo impactan en el momento que los desarrollas, estás actuando irresponsablemente. Es que no eres aún consciente de lo que haces y dices, tu ego no te permite ver que hay otros que esperan (sin pedirte y sin conocerte) que hagas actos compasivos, que te pongas en servicio, que te desarrolles como ser humano, que privilegies la sensibilidad y la inteligencia. Que dejes lo grotesco por lo inspirador.
Tus actos impactan positiva o negativamente en tu entorno. Y si eres consciente de eso, vas a querer entrenarte en realizar actos de crecimiento para ti y para los demás. No pienses como político mediocre que planifica las cosas para períodos de cuatro o cinco años. Tú eres más grande que ellos, tú estás pensando en la calidad del aire, del agua y la tierra que les dejaremos a los seres humanos que poblarán el planeta dentro de 100 y 200 años.
Si ante esta perspectiva respondes: ¡A mí qué me importan los que vivirán dentro de 100 años! Es porque solo estás viéndote frente a un distorsionado espejo que te dice que tú eres el universo.
Es recomendable sospechar de cada circunstancia y no quedarse en ese instante. Todo pasa. El universo se está moviendo a una velocidad alucinante que ni siquiera te das cuenta, porque solo estás mirando tu propio espacio y no tienes idea de lo que pasa más allá de tus narices.
No pretendas quedarte con nada de lo que has vivido en el pasado. Con tus éxitos y derrotas de ayer, emprende siempre la ruta de hacer cosas nuevas. Es posible, si tu actitud es reflexiva ante los acontecimientos, que en tu proceso de aprendizaje detectes que ha sido mil veces mejor la derrota, porque te ha fortalecido, te ha despertado. Es como acercarse por primera vez al fuego sin saber que quema, pero al sentir el dolor -y descubrir que quema-, ya no volverás por la repetición. Tu mente y tu cuerpo ya saben cómo reaccionar.
Observa y elige períodos de silencio para que escuches el ritmo y la música que llevas dentro. Esa es tu primera misión.