“Perdónelo, señor Rojas, lo hizo por necesidad”

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Cuando empecé a negociar mi ingreso a Expreso tuve la gran ventaja de que los directivos del diario estaban fascinados de que yo estuviera libre, de que ya no perteneciera a La República. El único que no estaba de acuerdo y se oponía a mi incorporación era el gerente general.

-Señor Rojas, yo no le creo que usted ya no esté trabajando en La República. ¿Por qué nos está mintiendo?

Me llamó a mi casa para decirme que no me creía y me aseguraba que yo aún era parte de La República.

A los pocos días de estar en Expreso entendí a qué se debía su férrea oposición y cómo es que en mi anterior trabajo conocían de mis negociaciones. El sujeto renunció a Expreso y se fue como gerente general de La República.

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En esos días, el local de Expreso estaba en el Jirón Ica del Centro de Lima, en una antigua casona. Y allí me quedé todo el año 1993 como editor de Programa, revista de tecnologías de la información, y renuncié (mejor dicho, no acepté la renovación para 1994) porque un ejecutivo de ventas de publicidad de mi área cobró 2 facturas y se quedó con el dinero. Yo era el editor de la revista y a la vez el jefe comercial. La publicidad era un gran negocio.

Cuando lo descubrí la primera vez, no lo boté porque un grupo de señoras del diario me pidieron que le perdonara, que lo había hecho por una razón poderosa, que perdonar es de gente sabia, bla bla blá. Me conmoví y con ganas inexpertas cometí el error de permitirle seguir en mi área. En la segunda oportunidad, la acción delincuencial del sujeto me afectó anímicamente y le dije a Ismael Benavides que ya no seguiría en el diario, que me retiraba, etc. Él me insistía diciéndome que no era mi culpa, que ya todo se había solucionado. No hice caso y me fui.

Por alguna razón, el robo de este colaborador me afectó más de lo debido. No supe reaccionar profesionalmente y creí que lo mejor era irme de Expreso, a pesar de que los directivos me pedían que me quede y que en 1994 querían que me encargara de otras áreas además de dirigir el rediseño del diario. No hice caso y me fui.

En 1997 volví a Expreso para dirigir Soluciones, otra revista de TI y me botaron a finales del 98, cuando el fujimorismo ya había capturado el diario y nuevamente regresé en el 2001; pero esa es otra historia que les contaré más adelante.

En 1994 asumí la gerencia comercial de la editorial Esiguesa que realizaba trabajos de impresión a gran escala. Hacíamos productos de gran calidad, y para reafirmarlo los dueños decidieron publicar una revista propia en el que se mostrara lo mejor de la impresión, de todo lo que era capaz la empresa. De esa manera es que decidimos publicar EcoNatura, una revista de deportes de aventura, turismo y ecología, toda una mezcla, pero que marcó una etapa importante en la historia de este tipo de publicaciones. Destacó por el papel y la calidad de impresión. Se vendió de manera sorprendente y generó una gran expectativa hasta en políticos y a los propietarios de Esiguesa les hizo perder el rumbo.

(Continuará)

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